Los «clarÓscaroscuros» de Kathryn Bigelow


Hablando de volver a aquellas películas Óscar recientes que no había visto (hay que confesar que tampoco he visto muchas de las no recientes) hice el esfuerzo de tragarme La noche más oscura (Zero Dark Thirty, nominada en 2012). No, no la que va del siempre solvente cuando se trata de hacer registros camaleónicos Gary Oldman (esta vez ayudado de una fotografía tan oscura como el título) interpretando a Churchill. Todo hay que decir que es bastante mejor (La noche…, no La hora…) que el precedente que le sirvió a su directora para llevarse la estatuilla, The Hurt Locker en 2009. Y aquí llegamos al quid de la cuestión. A Kathyrn Bigelow podía haberla incluido en “los directores después de”, pero sin haber salido de California. El hecho es que si me hubiera referido a ella antes de 1995 sólo tendría palabras de admiración por su simbiosis con James Cameron, al que supera incluso, en pulso cinematográfico, tanto visual, como narrativo, y que nos dejó, entre otras, dos de las películas más atractivas de la década en EEUU, la portentosa Strange Days (nada menos que con el hermano bueno de los Fiennes, Angela Bassett, Juliette Lewis, Tom Sizemore y el inquietante Michael Wincott at their best, donde los confeti predicen los pixels y el amor electrónico precede a la realidad virtual en casi una década) y el clásico de culto, también iniciático por qué no, de Point Break (dejemos el sonrojante título en español para otra ocasión, para cuando abordemos las connotaciones contrarias del surf a finales de los 70 –Milius vs Coppola, es decir-). Pero, precisamente como la ola pasado su punto de ruptura, de repente todo se ha derrumbado. El frío distanciamiento de Bigelow hacia el destino de sus personajes (ya presente en Blue Steel), cuando trata de abordar conflictos más cercanos a la realidad (de hecho tanto The Hurt como La noche son “basadas en hechos reales”) se convierte en una aparente falta de interés, de compromiso tanto con los retratados como con el espectador, además de combinarse con una calculada y ambigua moralidad patriótica, muy posmoderna, que le hace poder ser tan republicana como la más “desacomplejada” (por llamarle algo) de las diferentes versiones que muestra de sí mismo Clint Eastwood (American Sniper) como a la hora de pasar como desapasionada cronista retroliberal, como he ido descubriendo muy a mi pesar con Frederick Wiseman (impresión muy reforzada por el discurso “renacido” de sus últimos films y de su reciente paso por la Filmoteca). The Hurt Locker, La Noche…, American Sniper y Monrovia Indiana (la más reciente de Wiseman).

Strange Days, donde los confeti predicen los pixels y el amor electrónico precede a la realidad virtual