Los directores «después de….» – Forman, Richardson, Weir

Tras ver Jojo Rabbit, parece que lo lógico sea asociarla a memorables obras maestras como El Gran Dictador o Ser o no ser (por tomarse a Hitler con humor) o indigestiones insoportables de baclavas untados con panela y espolvoreados con azúcar glass como La vida es bella. Pero de entrada no hay escalpelo satírico, sólo gracieta, y niño inmerso en guerra es el tema de innumerables películas, desde poemas de una belleza inaprensible como La infancia de Iván hasta realidades enajenadas de Ballard como en El imperio del Sol (uno de los pocos Spielberg para adultos junto con Munich). Sin embargo, no sé por qué se me ha ido la cabeza los directores “después de” (total, en el pasado sólo tiene destacable la ingeniosa Things we do in the Shadows). Y no porque Taika Waititi nos haya deparado grandes films anteriormente, sino por una simpleza como su origen. Es neozelandés, y medio maorí (¿se llaman así aún en Politically Correct Land?). Y en las antípodas sí tenemos dos casos flagrantes de “después de”. Uno pequeño, ya que Once we were Warriors igual fue sólo un fuego fatuo vista la estéril trayectoria posterior de Lee Tamahori (quedando pendiente el visionado de Mahana, el film con el que ha vuelto a rodar en su país natal y con el feroz novelista “Warrior”, Temuera Morrison). El otro es de manual, Peter Weir. Uno de los más importantes directores del Hemisferio Sur, el autor de películas tan salvajes como Los coches que se comieron París o embrujadoras como The last wave (con David “Walkabout” Gulpilil) o El año que vivimos peligrosamente, el Gepetto capaz de traer a la vida a actores de madera como Richard Chamberlain o Mel Gibson (dos veces), el compositor de la sinfonía Picnic at Hanging Rock (“Miranda is a Boticelli Angel”). Descontando a ingleses, alemanes y mexicanos, que por distintos motivos no han tenido que variar tanto su estilo al llegar a Hollywood, en esta categoría encontraríamos también a Milos Forman, que dejaría la cantera checo/eslovaca (ya entonces mostraban ciertas diferencias estilísticas aunque se sentían unidos como grupo), posiblemente la nueva ola más nutrida de talento y frescura después de la francesa y a corta distancia de la inglesa o polaca (la Rusia revolucionaria o la Italia de posguerra). Forman fue parte de una generación fílmica irrepetible: Věra Chytilová, Ivan Passer, Jaroslav Papoušek, Jiří Menzel, Jan Němec, Jaromil Jireš Vojtěch Jasný Juraj Jakubisko, Juraj Herz… hacían películas tan poco conformes con el canon o tan irreverentes que se jugaban el pescuezo de verdad con las autoridades estalinistas. Forman era el niño bonito, y en esa condición «huyó» a Occidente (los que se quedaron conscientemente no le guardan demasiado rencor por lo que he podido hablar con alguno de ellos cuando han pasado por la Fimoteca). Menzel y sus Trenes rigurosamente vigilados más que mi favorito es casi mi biblia vital y visual desde que la vi como un adolescente bocabadat en el Electric de Portobello,Y la entrevista que tuve con Jakubisko para Contracampo fue del orden surrealista que tanto amaban: dos funcionarias de sendos partidos del Este (llamarlos comunistas me daría vergüenza) traduciendo del inglés al alemán y del alemán al eslovaco y advirtiendo claramente cómo se comían la mitad de los matices que no les interesaban… Forman se fue a hacer cine «comprometido… con la progresía liberal de Hollywood. Y si bien Alguien voló sobre el nido del cuco dramáticamente no estaba nada mal, y Taking Off merece ser recordada, palidecían al compararse con Los amores de una rubia o cualquier otra cosa que hubiera hecho «antes de venir del frío». Personalmente la que más he disfrutado (pero no sé cuánta gente diría lo mismo) ha sido Ragtime, con el último gran papel de un descomunal James Cagney), pero claro ya nada a la altura ni de lo que hizo ni de todo lo que harían sus ex compañeros… De Amadeus ni hablo porque acabo de limpiar el teclado. Pero sí existe alguien que puede ser clasificado como el mayor derroche vivo ese es la joya de los Angry Young Men, Tony Richardson. El hombre de cuyos ojos salieron Look back in anger y, sobre todo, la preciosa, iniciática, esa cima del orgullo de clase y la dignidad que es La soledad del corredor de fondo, el rebelde que financió la huida de prisión del agente doble George Blake. Atraído por cantos de sirena, se fue a vivir a Los Angeles en 1974 donde malvivió, fílmicamente hablando (aunque en The Border, con Jack Nicholson, aún consiguió encandilarnos a sus entonces jóvenes fans), hasta su muerte por complicaciones derivadas del HIV en 1991. Su cambio de residencia fue el mayor error cometido por alguien que precisamente había declarado que:

“It’s impossible to make films that appeal to everyone, and the only solution is to make them at a nonprohibitive cost, and to try to adhere to a strong, independent point of view that will appeal to at least one body of customers: the ones who want to be stimulated by provocative ideas».

Bajo esta luz, nos vemos obligados a saludar como grandes éxitos vitales y cinematográficos los “fracasos” de los proyectos de traslado, siquiera temporal, de Eisenstein o Antonioni. Fue una suerte que no cuajaran en ese ambiente creaticida… otra cosa serían los viajes en la otra dirección, los notorios destierros de Chaplin, Welles o Losey.


14 de abril de 2018. Se va Milos Forman, gran representante de la formidable Nueva Ola Checoslovaca con Menzel, Jires o Chytilova (juntos en la primera foto), pero ¿cómo no retratarlo/recordarlo junto al rocoso, otoñal, deslumbrante, siempre brutal James Cagney, al que recuperó para la telúrica Ragtime?