Realismo capitalista, Mark Fisher y Children of Men

«(…) el autoritarismo que rige por doquier podría haberse implementado en el marco de una estructura que sigue siendo formalmente democrática. La Guerra contra el Terror ya nos ha preparado para este desarrollo: la normalización de una crisis deriva en una situación en la que resulta inimaginable dar marcha atrás con las medidas que se tomaron en ocasión de una emergencia. (Es entonces cuando nos preguntamos: ‘¿Cuándo acabará la Guerra?’)». Mark Fisher interpela a Children of Men en su libro Realismo Capitalista, escrito antes del uso definitivo del Covid como shock total, inacabable y universal.

Apichatpong Weerasethakul, Tsai Ming-liang y Edward Said, la voz inquebrantable

Lo más interesante del cine de lo que llevamos de siglo proviene sin duda de Oriente, con su visión punzante y desolada y densas texturas. Hoy en la Filmoteca, Sud Pralat/Tropical Days, del tailandés Apichatpong Weerasethakul, y el domingo, Rizi/Días, del taiwanés Tsai Ming-liang.



3 de mayo de 2022. Si estuviéramos en los 60 seguramente habría surgido un crítico que hubiera calificado de nuevas olas asiáticas a la variedad y riqueza del cine contemporáneo que nos viene de ese continente, directores que comparten una «epitelialización» de las texturas (son películas que parece que pueden tocarse) a través de tratamientos extremos del color, ya sea denso o difuminado, para transmitir la pulsión fatalista que recorre sus meandros. El ejemplo perfecto de esa vocación de trascendencia transfronteriza, de universalidad en la diversidad, sería la representación a varias voces y varios lenguajes (incluyendo la vibrante escena final con los impactos secos de una lengua de signos desesperada, «Nosotros viviremos») del Tio Vania de Chéjov en Drive My Car de Hamaguchi).

Hoy Chun jiang shui nuan/Dwelling in the Fuchun Mountains, de Gu Xiaogang, en la Filmoteca de Catalunya.


Said, la voz inquebrantable

Buscando el texto de referencia sobre Orientalismo, de Edward Said, para el espacio que estoy preparando sobre cine (y política, y arte… 😉 he encontrado el borrador del artículo que le dediqué con ocasión de la muerte de ese gran filósofo universal, y activista, y viendo la vigencia de la tragedia indescriptible que azota al pueblo palestino lo traigo hoy a la palestra (en su momento, tuve el triste honor de que lo citaran en su Archive con ocasión de su publicación en la revista salvadoreña Vértice el 19 de octubre de 2003).

Cuando paseamos por las ventosas y asoleadas avenidas de Johannesburgo, con sus nombres de los verdugos y las víctimas aún colgando, símbolos abofeteadores de que el país es fruto de un pacto entre el antiguo régimen y la población para acabar con el horrendo crimen institucional que supuso el apartheid, y vemos a los antiguos enemigos, como en El Salvador, enfrentados, pero dialogantes, incluso sonrientes, en el Gobierno y en el Congreso, puede soñarse que algún día podamos pasear igualmente por las calles de Gaza o de Haifa, y se mezclen en el callejero, como soñaron Said y Barenboim, los nombres judíos y árabes. Ese día pienso romper mi aversión a visitar el Estado religioso, belicoso e intolerante de hoy y espero poder caminar por la calle que su pueblo le dedique. Seguro que tendrá banquitos al sol, de ésos que invitan a sentarse a practicar su deporte favorito: reflexionar. Ahí le esperaré, Said, ahí le esperaré.

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